domingo, 16 de junio de 2013

Parte 1

   Camino de un puesto a otro del amplio mercado mientras los tenderos gritan una larga cantinela de los productos que dan a ofrecer: pociones para enamorar, bolas de cristal en las que almacenar los sueños, polvos de hada y plumas de ave fénix. Pero a mí no me interesan esas cosas, a no ser que alguien venda algo de valentía, porque es justo lo que necesito para atravesar el Bosque Oscuro.

    Una voz grave y potente empieza a oírse por encima del griterío general y la gente se arremolina junto al dueño de esa voz, que se encuentra subido a una improvisada tarima de madera.
    -¡Esclavos traídos de las tierras al otro lado del océano de Ym! – grita un hombre de piel bronceada por el sol - ¡Hombres para los trabajos más arduos y mujeres para las tareas de la casa!... Y para satisfacer los placeres de los hombres… – esta última frase la dice bajando el tono de voz y provocando las risas de unos hombres cercanos.
    Los esclavos se van yendo conforme pasan a ser propiedad de un nuevo amo, pero yo ya no aguanto más aquí. ¿Cómo pueden comprar a una persona para hacerles lo que les venga en gana? Son humanos, no objetos. Decido salir de aquí cuanto antes, pero unos ojos oscuros y brillantes como una noche estrellada me detienen. Pertenecen a un esclavo, un muchacho de unos dieciséis años. Se nota que ha sido tratado brutalmente: tiene moratones y heridas por todo su delgado cuerpo, la ropa que lleva ni siquiera puede ser calificada como tal y apenas le dan de comer, ya que podría contar casi todos sus huesos. Sin embargo, sus ojos brillan llenos de fortaleza, vida… y también odio. Odio hacia el hombre que le arruinó la vida y ahora quiere venderlo como esclavo. El muchacho fija su mirada en mí. Entonces reacciono y sin darme apenas cuenta de lo que estoy haciendo, levanto mi mano.
    -¡Te ofrezco cincuenta monedas de oro por él! – grito para que el hombre me oiga. Todo el mundo se gira para mirarme, preguntándose para qué quiere una muchacha como yo un esclavo.
    -De acuerdo, ¿alguien da más? – dice el hombre.
    Por suerte nadie se interesa por él, por lo que me acerco a la tarima, le pago al hombre las cincuenta monedas y me alejo del mercado lo antes posible con el esclavo andando detrás de mí.
    Salgo de la ciudad sin nada de dinero. Me giro para mirar al chico, que camina a paso ligero para no quedar atrás y ser arrastrado por las cadenas que lleva puestas. Me compadezco de él. Por lo menos ahora podrá vivir tranquilo, porque no pienso permitir que sea mi esclavo. Sí, ya sé… cualquiera diría que me he gastado el dinero para nada, pero a mí me parece un precio muy bajo, ya que el valor de una vida es incalculable.
    Unos minutos después me detengo y me vuelvo hacia él, pero entonces me acuerdo del Bosque Oscuro. Un escalofrío me recorre de arriba abajo. No puedo atravesarlo yo sola. Miro al esclavo y se me ocurre una idea.
    -Escucha – le digo. El chico alza la cabeza y sus oscuros ojos vuelven a atraparme –, yo no quiero ningún esclavo, ¿vale? Por lo que te propongo un trato – él continúa observándome  –. Si me ayudas a atravesar el Bosque Oscuro, después te dejaré en libertad.
    Su rostro se ilumina al oír mis palabras y casi espero ver una sonrisa asomando en sus labios, pero no hay sonrisa alguna.
    -¿Aceptas el trato? – digo extendiendo la mano hacia él, que la estrecha con la suya y provoca que las cadenas que lleva hagan un ruido chirriante.
    -Me llamo Erlan – dice una vez retiradas nuestras manos.
    -Yo Adriana – le digo y me quedo observando sus cadenas. Quiero quitárselas, pero tengo miedo de que se escape.
    Pasamos todo el día caminando y cuando llegamos a las lindes del bosque, en el horizonte sólo queda una línea roja como prueba de que el sol estuvo alguna vez ahí. Decidimos pasar aquí la noche.   
-¿Por qué quieres internarte en ese bosque? – me pregunta Erlan mientras la poca carne que me queda se hace lentamente sobre el fuego.
    -Simplemente no quiero, pero dicen que en lo más profundo del bosque crecen unas flores capaces de curar cualquier enfermedad – retiro la carne y le paso un trozo a Erlan –. Mi padre enfermó hace unas semanas y nadie sabe qué es lo que le pasa. Quiero encontrar esas flores y llevárselas antes de que sea demasiado tarde.
    -Vaya, lo siento – me dice.
    -No pasa nada.

    No hablamos más durante la cena y el único ruido que oímos es el crepitar del fuego y el tintinear de las cadenas de Erlan. Nos tumbamos sobre el duro suelo y nos dormimos.

1 comentario:

  1. Oinch! Me gusta! Espero la senguda parte *.* Como me encanta esto de la época antigua y cosas así :)

    ResponderEliminar

Free Lines Arrow