martes, 18 de junio de 2013

Parte 2

    Nos abrimos paso entre la maleza del bosque, que cada vez es más espesa y donde la luz del sol apenas logra colarse entre las hojas de los árboles.
    -No entiendo cómo puede tener tan mala fama este bosque – dice Erlan, que va delante de mí. Le he tenido que quitar las cadenas para que pudiera avanzar mejor entre las ramas y los árboles –. No tiene nada de peligroso – dice mientras se desengancha la andrajosa camiseta de un arbusto.
    -Eso es porque estamos teniendo suerte – digo siguiendo sus pasos –. Nadie que se haya adentrado en este bosque ha salido jamás y dicen que aquí viven unas criaturas horribles.
     -¿Qué criaturas?
    -Nadie lo sabe, porque nadie ha salido de aquí para contarlo – repito.
    Seguimos caminando y poco a poco, casi sin darnos cuenta, la estética del bosque va cambiando: los árboles son más verdes y están más separados entre sí y pequeños rosales sustituyen a las zarzas. Unos pasos más adelante, encontramos un amplio claro en el que crecen unas preciosas flores de pétalos dorados que reflejan los rayos del sol descomponiéndolos en los colores del arco iris.
    -¿Estas son las flores que buscas? – me pregunta Erlan.
    -Creo que sí – le digo sin estar muy convencida.
    Cojo un par de ellas y las guardo en un tarro de cristal que traía conmigo. Volvemos por donde hemos venido, dejando el maravilloso claro a nuestras espaldas.
     -Tampoco ha sido tan horrible – dice Erlan unos segundos después.
   -La verdad es que no sé qué pensar – le digo –. Me esperaba otra cosa. No sé… monstruos, plantas carnívoras…
    Un potente rugido me interrumpe a media frase. Los dos nos quedamos quietos en el sitio. El aire vibra a nuestro alrededor y el suelo tiembla ligeramente bajo nuestros pies.
    Un segundo rugido nos hace reaccionar y echamos a correr como locos, sin una dirección concreta, sólo guiados por el miedo.
    -Mierda – murmura Erlan cuando nos encontramos con una pared de piedra delante de nosotros.
    Estamos atrapados. Empiezo a asustarme de verdad. Camino de un lado a otro sin saber dónde quedarme quieta, buscando algún escondite. Y la cosa que nos sigue está cada vez más cerca.
    -¿Nos subimos a un árbol? – le pregunto con voz temblorosa.
    -Si lo que nos sigue es lo que creo que es – dice –, no  nos servirá de nada.
    -¿Y qué crees que es? – le pregunto, aunque prefiero no saberlo.
    -Un Gahzie – me dice y la alarma que oigo en su voz me asusta todavía más –. Son ciegos, pero tienen un olfato y un oído muy desarrollados, por lo que te escondas donde te escondas te acaban encontrando.
    -¿Y no podemos hacer nada? – le pregunto desesperada.
    -La única opción que tenemos es luchar contra él, pero sin ningún arma lo veo muy complicado.
    -¿Con esto servirá? – le digo tendiéndole la daga que llevaba en el cinturón.
    -Esperemos que sí.
    Nos pegamos a la pared de piedra lo máximo posible esperando a que el Gahzie haga acto de presencia. Unos segundos después, una enorme criatura negra como el más profundo abismo aparece de entre los árboles. Se detiene un momento, olfateando el aire. Ni siquiera me atrevo a respirar y mi corazón late desbocadamente. Cojo la mano libre de Erlan y la aprieto con fuerza. Él me devuelve el apretón y por un momento me siento mejor, pero esta sensación no dura, porque el Gahzie se abalanza sobre nosotros y Erlan me empuja a un lado mientras él se va hacia el otro. La criatura se choca contra la pared y queda confundida durante unos instantes.
    A partir de aquí, apenas me entero de lo que ocurre. Erlan y el Gahzie se mueven de un lado a otro atacándose y yo no sé qué hacer. Entonces mi mirada se fija en unas grandes rocas que hay en un saliente de la pared. Si pudiera llegar hasta ellas y hacerlas caer… podría aplastar al Gahzie, aunque también a Erlan. Esa imagen hace que me maree.
    No lo pienso más y empiezo a escalar por la pared de roca, pensando únicamente en llegar hasta arriba y acabar con esta pesadilla.
    -¡Adriana! ¿Qué haces? – me grita Erlan desde abajo, alarmado - ¡Estás loca!
    -¡Calla y entretenlo!
    Busco un palo con el que poder hacer palanca y conseguir arrojar las rocas. Por suerte encuentro uno, lo coloco bajo la piedra y empujo.
    -¡Adriana, cuidado! – me grita Erlan desde abajo.
    Alzo la vista y entonces, cuatro púas del Gahzie se clavan en mi cuerpo. Al principio no noto nada, pero poco a poco el veneno empieza a hacer efecto y comienza a dolerme la cabeza y a temblarme las manos. Ignoro el dolor y hago acopio de mis últimas fuerzas para tirar las rocas. Al tercer intento, caen por el precipicio. El dolor aumenta y siento como si me estuvieran clavando cuchillos al rojo vivo por todo el cuerpo. Al final, todo se vuelve negro a mi alrededor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Free Lines Arrow