martes, 30 de julio de 2013

Mi pequeña golondrina (parte 4)

    Las lágrimas amenazaban con salir a los ojos de Jane. Nunca había leído algo tan triste y a la vez tan lleno de amor como esas líneas escritas por su bisabuelo.
    -Esa fue la última carta que me escribió.
    Al oír la voz, Jane se giró sobresaltada hacia la izquierda. Su bisabuela estaba fuera del coche mirando la carta que ella tenía en sus manos. Rápidamente se enjugó las lágrimas.
    -Él no volvió, ¿verdad? – consiguió preguntarle a la mujer.
    -No – dijo simplemente.
    Jane volvió la vista a la carta que todavía tenía entre sus manos y sus ojos se posaron en la palabra “rosa”.
    -¿Llegó la rosa que te envió? – volvió a preguntarle.
    Una sonrisa apareció en el anciano rostro de su bisabuela y en su mirada apareció un brillo de nostalgia y amor tan fuerte que a Jane le dieron ganas de ponerse a llorar de nuevo.
    -Sí, esa rosa llegó con la carta – respondió – Y aún todavía la tengo conmigo.
    Jane miró a su abuela con una expresión de extrañeza en el rostro.
    -¿Cómo es posible? – preguntó incrédula – Ha pasado mucho tiempo desde que llegó la carta.
    Su bisabuela la miró con una dulce sonrisa en el rostro.
    -Ven – le dijo simplemente.
    La muchacha obedeció a su bisabuela y salió del coche tras dejar la carta sobre el asiento. Una vez fuera, cogió la mano que le ofrecía su anciana parienta y las dos caminaron hacia el fondo del jardín.
    -Cuando llegó la carta – empezó a decirle la mujer – la rosa estaba casi marchitada, aún así, guardaba la esperanza de que pudiera crecer de nuevo.

    Llegaron al fondo del jardín y Jane observó con asombro el enorme rosal que había visto antes. Había muy pocas rosas en él debido a que la estación en la que se encontraban, pero Jane pudo ver que las rosas eran de un rojo muy fuerte, que contrastaba con todo el lugar.
    -¿Plantaste la rosa? – preguntó casi en un susurro.
    -Así es. Nunca pensé que fuera a sobrevivir, pero puse mucho empeño en que pudiera seguir adelante. Y ahora, cada vez que salgo al jardín, recuerdo a tu bisabuelo y siento que una parte de él está conmigo.
    -Es muy bonito – dijo la chica sintiendo que estaba a punto de echarse otra vez a llorar.

    Bisabuela y bisnieta se quedaron en el jardín contemplando aquel hermoso rosal mientras una suave brisa les mecía el pelo y hacía que las hojas del árbol susurraran. Jane podía notar el amor que sentía su bisabuela por ese hombre que perdió la vida para defender a su país hace más de noventa años. Contemplando ese rosal, Jane se dio cuenta de que ese amor no había desaparecido con el paso de los años y sabía que mientras ese rosal estuviera allí, la historia de sus bisabuelos siempre permanecería viva.

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    Pues esta era la última parte del relato, así acaba la historia. Espero que os haya gustado :)

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