La música me envuelve por completo. Escucho la melodía y
canto la letra de la canción que tantas veces he escuchado y que me sé de
memoria. La gente a mi alrededor canta
también, uniendo sus voces a la de los demás, a la mía, a la del cantante que
está sobre el escenario. Las voces se oyen como una sola. Estiro mis manos
hacia arriba, hacia el cielo cubierto de estrellas y veo cómo más gente hace lo
mismo que yo, como si al estirar el brazo pudiéramos estar más cerca del
cantante, más cerca de la música. En un momento en el que la voz deja de oírse y
solo se oyen los instrumentos, grito y aplaudo sin parar, a pesar de que la
canción no ha acabado todavía. Mi corazón late con fuerza, sintiendo cada nota,
recordando cada gesto. La multitud me rodea y canta y baila y grita a mi
alrededor. El calor de tantos cuerpos en movimiento me sofoca, pero solo me
centro en la música que sale de los altavoces, haciendo temblar el suelo con
cada nota grave, haciendo que mi cuerpo reaccione saltando una y otra vez. Sigo
mirando al escenario y vuelvo a cantar con todos los demás. Las luces de
colores me ciegan, los focos apuntan en todas direcciones, pero en el centro
del escenario, en el centro de esa tormenta de luz y color está él. Él con su
voz y una guitarra en sus manos, él cantando una de mis canciones favoritas, él
haciendo que mi corazón estalle de alegría, él que me saca una sonrisa al oír
su voz… Él, que ha sido capaz de reunir a tantas personas de diversos lugares
solo por una razón: la música. Cada uno de nosotros tenemos unos gustos que nos
diferencian y nos definen, pero a todos nos une lo mismo.
Un último golpe de guitarra suena y toda la multitud salta como
loca, grita y aplaude mientras las últimas notas resuenan en los altavoces. Las
luces se apagan por un momento y al segundo siguiente, la música vuelve a
sonar. Esta vez la melodía es lenta, anunciando una canción de amor. Sin dudarlo
un instante, todas las manos están en el aire moviéndose de un lado a otro a la
vez, siguiendo el compás. Mis manos se levantan en el aire y mi voz se une a la
de los demás. No quiero que esto acabe, no quiero dejar de oír la música, no
quiero dejar de sentirme completa con unos completos desconocidos que de alguna
forma se me hacen familiares…
Dejo que la música llene cada poro de mi piel y
simplemente, me dejo llevar.
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