lunes, 2 de septiembre de 2013

No quiero dejar de oír la música

    La música me envuelve por completo. Escucho la melodía y canto la letra de la canción que tantas veces he escuchado y que me sé de memoria. La gente a mi alrededor  canta también, uniendo sus voces a la de los demás, a la mía, a la del cantante que está sobre el escenario. Las voces se oyen como una sola. Estiro mis manos hacia arriba, hacia el cielo cubierto de estrellas y veo cómo más gente hace lo mismo que yo, como si al estirar el brazo pudiéramos estar más cerca del cantante, más cerca de la música. En un momento en el que la voz deja de oírse y solo se oyen los instrumentos, grito y aplaudo sin parar, a pesar de que la canción no ha acabado todavía. Mi corazón late con fuerza, sintiendo cada nota, recordando cada gesto. La multitud me rodea y canta y baila y grita a mi alrededor. El calor de tantos cuerpos en movimiento me sofoca, pero solo me centro en la música que sale de los altavoces, haciendo temblar el suelo con cada nota grave, haciendo que mi cuerpo reaccione saltando una y otra vez. Sigo mirando al escenario y vuelvo a cantar con todos los demás. Las luces de colores me ciegan, los focos apuntan en todas direcciones, pero en el centro del escenario, en el centro de esa tormenta de luz y color está él. Él con su voz y una guitarra en sus manos, él cantando una de mis canciones favoritas, él haciendo que mi corazón estalle de alegría, él que me saca una sonrisa al oír su voz… Él, que ha sido capaz de reunir a tantas personas de diversos lugares solo por una razón: la música. Cada uno de nosotros tenemos unos gustos que nos diferencian y nos definen, pero a todos nos une lo mismo.
    Un último golpe de guitarra suena y toda la multitud salta como loca, grita y aplaude mientras las últimas notas resuenan en los altavoces. Las luces se apagan por un momento y al segundo siguiente, la música vuelve a sonar. Esta vez la melodía es lenta, anunciando una canción de amor. Sin dudarlo un instante, todas las manos están en el aire moviéndose de un lado a otro a la vez, siguiendo el compás. Mis manos se levantan en el aire y mi voz se une a la de los demás. No quiero que esto acabe, no quiero dejar de oír la música, no quiero dejar de sentirme completa con unos completos desconocidos que de alguna forma se me hacen familiares…
    Dejo que la música llene cada poro de mi piel y simplemente, me dejo llevar.


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